Ella todavía buscaba entre las personas reconocer su propia voz,
eran muchas del montón,
eran fuertes y sin dirección.
La llevaban a caminos contrariados,
mágicas ilusiones
y temibles pasiones.
Conservaban el pasado y entretenían su ahora,
como queriendo robar un pedazo de la historia.
Poco a poco cuando silenciaba sus pensamientos,
sentía que todo iba a buen ritmo.
Cada una de las voces era ahora un compás
con libre albedrío.
Liberadas, salían como mariposas,
extendiendo su aura sin moral
ni sofismos.
Se dispersaban sin zozobra,
entre faldas de mozas,
recordándole que una sola no es capaz
de componer una prosa.
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