miércoles, 6 de marzo de 2013

Un volcán de negros y blancos




Una van turística arriba con hombres de cabellos amarillos y pieles blanquecinas al lugar del que tanto les han hablado: un volcán inundado de lodo, de aparentes propiedades curativas. Paralelo a su arribo, familias de  Pueblo Nuevo que derivan su sustento atendiendo a los bañistas exclaman: “llegaron unos gringos”.

Niños de pies morenos corren hasta los turistas a bailar y tocar instrumentos improvisados, para invitarlos a que les regalen de lo que les sobra “para comprarle el vestido a la reina de las fiestas patronales”.


Es sábado de temporada baja en el Volcán del Totumo, aún así los turistas infaltables alegran con su llegada a los vecinos aledaños de Pueblo Nuevo, Galerazamba, y Loma Arena, quienes desde con masajes, ventas de cervezas y baños en la Ciénaga del Totumo, se ganan sus propinas.


Con sus frentes sublimadas de calor y una cerveza helada para contrarrestarla, los turistas suben animosos las escaleras empinadas que los conducirán hasta la cubierta. Cada metro de los 45 que contiene de altura el volcán, se divisa un atractivo paisaje propio de un inicio de película de Hollywood.


Sin pensarlo dos veces los bañistas se arrojan al lodo, con una densidad casi “espacial” que permite que sus brazos y piernas se contoneen a un ritmo relajante.  Poco a poco la mezcla de sulfatos, fosfatos, y magnesio se impregna en sus pieles deshaciendo su color blanco. 


Aprovechan y se embadurnan de barro por aquí y por allá, desafiando aquello que dicen de sus propiedades para curar  el acné, ulceras, reumatismo, artritis, hongos, etc.

Hombres, mujeres y niños uniformados de color gris, como monstruos acechantes de diversión, bajan para compartir la experiencia. Exceptuando el bailadito anti arrítmico de los turistas al sonar un vallenato, pasarían por otros aledaños más. Aunque no se pueda comprobar si se curan enfermedades, sin duda alguna este fenómeno natural tiene efectos relajantes y unificadores en sus bañistas.

Luego son conducidos por un guía al embalse de Totumo, importante recurso natural de agua dulce, donde se despojan del lodo y se asoman nuevamente rastros de su identidad.

Con manos tersas y sonrisas abstraídas de felicidad, se despiden de los lugareños, sabiendo que no les fue necesario comprar costosos tratamientos en sofisticados spas para vivir una experiencia donde las pieles se funden, las diferencias se acortan gracias a la Madre Tierra que les pertenece a todos.

Fotos: Juan José Londoño






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