El clima no podría estar mejor en la capital de la Costa Atlántica Colombiana, 26° que se clavan en la piel de un color moreno, 26° que van bien con un agua de coco fría, 26° que sirven de inspiración para canciones de reggae y salsa, 26° que me recuerdan que no hay mejor paraíso que el de casa.
Han pasado dos meses desde mi llegada, todavía no llega el momento para revivir lo no contado en tierras extranjeras, porque por ahora sigo inmersa en este pequeño paraíso que me dio vida; entre fiestas, bienvenidas, matrimonios, playa, sol, caribe y uno que otro inesperado encuentro con viejos fantasmas del pasado, voy aprendiendo a ir de la mano con el tiempo.
El minuto que fue ya no volverá
y el futuro impaciente aguarda mis pasos.
Aún así, me pierdo en el presente,
intentando descifrar mi escensia en el tiempo.. etéreo, etéreo tiempo.
Al final es un mundo al que entré como huesped,
un pedazo de tierra que he tomado prestado
para matizar mis sentidos.
Las palabras se pierden en sonidos distantes,
sólo permanecen como el microfono encendido
de nuestros pensamientos.
El silencio reina, amo de toda virtud.
Me muestra su magia,
y se manifiesta en innegables verdades;
el cielo rojo, calor del sol, la palmera verde..